Su obra, “Carta desde la sombra de las glicinas”, fue descrita por el jurado como “un poemario de oración y contemplación, en el que los versos parecen susurrados, generando un silencio sonoro que acompaña y envuelve la lectura”. Por primera vez, en la 45º edición del Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo, es reconocida una voz procedente de Oriente.
En su mensaje de agradecimiento, Han Muk expresó su deseo de que “este hecho pueda abrir un puente más profundo entre nuestras tradiciones espirituales y la poesía mística del mundo”.
El poeta parte del significado de su propio nombre para revelar algo de su identidad: “Mi nombre, Han Muk, encierra un sendero que he intentado recorrer con fidelidad. ‘Han’ significa amplitud, profundidad y unidad primordial; y ‘Muk (默)’ significa silencio, no como ausencia, sino como el espacio donde algo más grande puede hablar. Desde mi infancia, mi familia me llamaba simplemente ‘Muk’, y ese nombre se convirtió en mi primera identidad espiritual, en el origen silencioso desde el cual contemplo el mundo. Mi poesía nace de ese silencio: no surge del esfuerzo expresivo, sino de la escucha, de permitir que la palabra llegue cuando la mente se aquieta y el corazón se abre a lo invisible”.
Esta “experiencia de la soledad habitada” constituye el eje de la primera parte del poemario. El poeta busca acallar el estruendo del mundo para situarse en una quietud contemplativa que permita percibir la presencia divina. Así lo sugiere en uno de sus poemas: “Las palabras del mundo / son ecos fugaces, / pero el silencio de Dios / es un misterio en cada instante”. La soledad, lejos de ser ausencia, se convierte en un espacio fecundo donde el silencio resuena con lo eterno.
En la segunda sección, el motivo central es la transformación del alma por el fuego divino. La voz poética manifiesta su deseo de arder, no con luz propia, sino con la llama de Dios que purifica y consume.
La tercera parte convoca la presencia de María, descrita como una “sombra fresca del mediodía”. María aparece como Madre, figura acogedora que irrumpe en el ocaso para llenar de fragancia tanto el poema como el espacio interior del yo lírico: “El ocaso es tu forma visible, / Madre. Por eso, / la fragancia violeta / que el poniente pinta / con nubes y luz / yo la llamo / Madre”. El tono se vuelve aquí más sensorial y evocador.
En la cuarta sección, los acentos marianos se prolongan y la voz poética adopta un gesto de anunciación. El yo se reconoce como mensajero que porta una presencia: “Como el ángel, yo también vengo a ti”. La palabra poética se convierte así en humilde mediación de una luz recibida. En conjunto, el libro se presenta como un poemario de oración y de contemplación, cuyos versos, casi susurrados, generan un silencio sonoro que acompaña y envuelve la lectura.
Felicitamos a Han Muk, deseando que su poesía, nacida del silencio, siga siendo palabra que conduzca a ese silencio habitado que nuestra sociedad —especialmente en estos días navideños tan agitados— necesita con urgencia.
Felicitamos a Han Muk, deseando que su poesía, nacida del silencio, siga siendo palabra que conduzca a ese silencio habitado que nuestra sociedad —especialmente en estos días navideños tan agitados— necesita con urgencia.
Y que, del mismo modo que él anhela “seguir escuchando con mayor pureza y permanecer fiel a la voz que sólo se revela en la quietud”, también nosotros sepamos reconocer hasta qué punto esa quietud es necesaria y fuente originaria de una vida auténtica en un tiempo marcado por la prisa y la dispersión, y aspirar a promoverla como espacio indispensable para la existencia y para toda forma de creación.
Su mensaje oficial puede encontrarse, para su lectura y meditación, en la página Recursos de la Fundación.













