El pasado viernes 16 de noviembre tuvo lugar en Madrid la presentación del V Premio Internacional de Música Sacra Fernando Rielo.
La peculiaridad de esta V edición del Premio es que, en comunión con el “Año de la fe”, promulgado por su SS. Benedicto XVI, el texto sacro a musicalizar es el Credo, Símbolo de los apóstoles, ya sea en latín o en lengua vernácula.
El acto, tras las palabras de bienvenida de la Directora de la Fundación Fernando Rielo, Ascensión Escamilla contó con la intervención Luis Casasús, Vicepresidente de la Fundación, y de la Directora del Aula de Música, Mª Victoria Rullán, quien nos ofreció unas breves notas de las Bases del Premio.
Su intervención dio paso a la interpretación del Requiem alemán, op. 45 de Johannes Brahms, por el coro Koiné Ensemble, con el acompañamiento de la soprano Francesca Calero y el barítono Jens Pokora, bajo la dirección del maestro Ignacio Yepes, intérpretes todos de fama reconocida.
El acto tuvo lugar en la Iglesia de San Jerónimo el Real. El aforo del Templo, con capacidad, para unas 1000 personas, quedó ampliamente superado por el público -de todas las edades, pero donde destacaban el gran número de jóvenes-. Además de la nave central, donde se ubicaban los asientos, se ocuparon pasillos y capillas laterales, permaneciendo muchos de los asistentes de pie. Fueron muchas las personas que se quedaron sin poder entrar. La interpretación fue seguida con gran recogimiento y acogida con gran satisfacción por todos los asistentes, quienes además destacaron la calidad de todo el acto.
“La música sacra es – nos decía Fernando Rielo- místico sentir del espíritu humano que expresa su filial comunicación con Dios, invocada en la más cualificada armonía que pueda producir la técnica comunicativa del lenguaje musical.
El buen gusto, síntesis de la verdad, bondad y hermosura, lleva al artista a hacer confesión, por medio del talento o práctica musical, de su mística unión con Dios. La música sacra es, por esta causa, más allá de toda lengua vernácula, verdadero lenguaje universal.
El carácter sacro de la música sólo es posible en virtud de la condición constitutivamente mística del ser humano. Toda música es, en este sentido, sacra si el artista, con primorosa exigencia moral, evita los obstáculos que se ciernen sobre la pureza e inefabilidad de la inspiración.