Doce obras finalistas del
XXX Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística
El jurado, que ha destacado el gran nivel de las obras presentadas, ha seleccionado a los doce finalistas, de entre 208 obras procedentes de 32 países, entre las que tiene la difícil tarea de escoger el poemario ganador del XXX Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística.
La relación de poemarios y autores finalistas es la siguiente, por orden alfabético:
- Aroca Gómez, Francisco (Murcia, España): Diario con hambre de vuelo
- Díaz Yepes, Cristian (Venezuela): La noche y el deseo
- Donel, Phillip (Tauranga, Nueva Zelanda): Go with God
- Dorel Visan (Cluj-Napoca, Rumanía): Salmos(traducción al español)
- Guerrero Collazos, Adela (Bogotá, Colombia): El amor me habita
- López Sáez, Francisco José (Ciudad Real, España): Huésped de tu Resurrección. Nombres para un exilio
- Madriz Flores, Kathy (Cartago, Costa Rica): En el umbral de tu Palabra
- Méndez Martínez, Roberto (Camagüey, Cuba): Cánticos para la luz de otro siglo
- Ribadeneira Terán, Juan Carlos (Quito, Ecuador): Barro alado…
- Rodríguez Ballester, Manuel (Sevilla, España): Esa llama de amor
- Serrano Pedroche, Lucrecio (Albacete, España): De rodillas, Señor, ante el Sagrario, o Evangelio de Juan
- Villaverde Gil, Alfredo (Madrid, España): Al amor de tu lumbre
En esta edición del Premio, el Comité de Honor está integrado por: los académicos Valentín García Yebra, Gregorio Salvador Caja, Antonio Mingote, Luis María Anson y Bernard Sesé; los Rectores de la Universidad Pontificia Comillas y Politécnica de Madrid; el Presidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, D. Juan Van-Halen; D. Ramón Pernas, Escritor y Miembro de la Academia Pontificia Auriense-Mindoniense de San Rosendo; y el poeta Andrés Sánchez Robayna.
Valoración de las 12 obras finalistas
del XXX Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística
(15 de diciembre de 2010)
Diario con hambre de vuelo del poeta murciano Francisco Aroca Gómez, con fina y sorprendida metáfora, nos lleva a un recorrido por el alma donde se aprecia la experiencia purificadora de Dios insondable en el viento cortante del Norte, en la nieve del invierno o en el fuego huracanado; pero también la experiencia gratificante en la oración, en el niño interior del poeta, en la primavera con su aroma de monte, en la liturgia del domingo blanco de aleluyas. Es poesía de búsqueda y de encuentro en esperanza y humildad para seguir, día a día, “sobrevolando en alma”.
El libro Go with God de Phillip Donnell, poeta neozelandés, presenta, con espontánea sencillez, las perplejidades y preguntas del alma en su relación con lo divino. La frescura que imprime al verso raya con lo sapiencial al reconocer, por ejemplo, cómo la gracia se manifiesta en medio de los altibajos humanos, en los que intercala un sano humorismo. Refleja la fragilidad humana necesitada de Cristo como única medida de la perfección. Lejos de los cánones formales de una poética “típica”, la obra revela, no obstante, trazos de originalidad en el empleo de la rima y del lenguaje coloquial.
El poemario salmos de Dorel Visan es un cancionero oracional, traducido del rumano al español, donde se hilvanan súplicas y deseos a Dios con un estilo sencillo, directo: “Déjame tenerte en brazos / como a mi niño”. Su fuerza poética radica en el empuje pasional de una fe que confiesa su humildad: “En comparación conmigo / el grano de arena es un Himalaya / y mi lágrima, un océano sin bordes, / una lluvia incesante”. La desnudez que recorre los versos se hace también desnudez de espíritu: “Dame un trozo de tu vestido celeste / para cubrir la desnudez de mi alma”.
La colombiana Adela Guerrero Collazos nos ofrece en esta edición el libro El amor me habita. Son poemas breves, hechos de instantes, impresiones, recuerdos, en los que la autora va tejiendo la ausencia-presencia de Dios, siempre suavemente sugerido y con gran delicadeza. Tiene la virtud de una gran coherencia en el lenguaje en cuyas imágenes se aprecia el toque del encuentro y de la búsqueda: “Te adentras donde no te encuentro / mientras te busco / brisa de salmos / se aproxima / a mi puerta”. Canta su unión con el Amado acompañándose de los instrumentos de la exuberante naturaleza.
Huésped de la resurrección es el libro del poeta manchego Francisco José López Sáez. Con imágenes originales, directas, expresivas, nos muestra al Dios creador que forja al hombre en fuego y le muestra su rostro en los secretos de la noche, en el “sufrimiento crucificado”. Además de los haikús revestidos de nieve, música y luz, utiliza con frecuencia la definición a la que imprime una imagen visionaria: “La infancia es el insomnio de la memoria”, “Nuestro hogar es la patria de un tiempo invertido”, “Dios es agua con sed, / el hombre es polvo entre los dedos”, “El Espíritu es la ebriedad de la vida”.
La poetisa costarricense Kathy Madriz Flores nos entrega su libro En el umbral de tu Palabra comenzando con el sabor oracional de la conversión: “Llamo a tu puerta, Padre, / porque he sido poetisa de arcilla como mi dolor”. La Palabra divina es el leitmotiv de su búsqueda: “Te busco en cada hueso y en cada rostro envuelto en tu Palabra”. Pero es una búsqueda que se da en la confianza: “He ayunado de todas las cosas y Tú lo sabes”. Las imágenes tienen el sabor del giro lingüístico postmodernista: “Acércate / al reino de mi palabra”. “Hoy mi poema gotea esperanzas / en arcillas de papel”.
Cánticos para la luz de otro siglo es el libro del poeta cubano Roberto Méndez Martínez. Son poemas extensos, de corte narrativo en los que el autor eleva a poesía su meditación sobre motivos evangélicos (oración del huerto, llamada del ángel, transfiguración, resurrección), teológicos (Trinidad, Virgen, Sudario), místicos o religiosos (Florecillas de San Francisco, Cristo de Mantenga, Monasterio de clarisas, San Juan de la Cruz) y filosóficos o culturales (Plotino, Dante). Estamos ante un buen poeta con admirable manejo lingüístico y extraordinario dominio de la imagen.
El ecuatoriano Juan Carlos Ribadeneira nos deleita con su libro Barro alado… Con singular audacia y transparencia, el poeta recrea una gran variedad de temas entrelazados con la Palabra divina, que es “ascua que penetra el hueso de las cosas”. Así contempla a las criaturas más pequeñas: “insecto lunar” con su “estola diminuta”. En su recuerdo de infancia, se esfuerza por ver con mirada divina, y no caer en la pereza del alma que nos “hace huérfanos de Dios”. Por eso, ante la “piel del mundo” que es mortaja que “a morir invita”, el poeta exclama: “nada es más seguro que quedarme en tu vértigo”.
Esa llama de amor es el libro que nos dedica el sevillano Manuel Rodríguez Ballester. Delicado y lleno de sentimiento religioso, poesía fresca, con ritmo dinámico donde todo apela a “esa llama de amor” que palpita como lumbre y fuego inacabable del espíritu humano tras las huellas de su creador. La actitud del poeta es contemplativa, con el marco externo del ciclo solar, con preferencia del atardecer, donde nuestro autor va desgranando sus meditaciones, caracterizadas por la dócil aceptación de la presencia divina que va cincelándole con su gracia: “Soñé que yo era barro / y Tú eras mi Alfarero”.
Lucrecio Serrano Pedroche, en su poemario De rodillas, Señor, ante el sagrario o Evangelio de Juan, cincela imágenes que fluyen suavemente, con delicadeza, en actitud de permanente plegaria dialogal desde una espiritualidad netamente joánica. En versos hermosos y armoniosos, se expresa su amor a Cristo: “Qué locura de amor la de saber / también que tu condena / será, Señor, la que me salve”. Es poesía colorida, suave, optimista, esperanzadora: “No puedo amar, Señor, como Tú amas, / mas déjame, Señor, amar contigo”. Con el diálogo está el ágape: “Que no me falte el vino de tu mesa”.
Al amor de tu lumbre es el título del libro del madrileño Alfredo Villaverde Gil, poeta que cuida con esmero la forma, sin caer en facilismos, logrando mantener el acento poético y el tono lírico. En el hospital siente la muerte a cuestas y busca a Dios como un niño que quiere la protección de su padre. En diez décimas nos expresa su “fuego enamorado” que sólo en Dios “encuentra la calma”. Siguen hermosos sonetos, liras, poemas de verso libre y haikús, que expresan su sentido de búsqueda y encuentro, de ausencia y presencia. Verdadera poesía de luz y júbilo.