Con el poemario Para que calle el viento, obra donde se expresa “con suficiente destreza poética los diversos modos de la íntima experiencia personal que, en amor y dolor, el alma tiene de su unión con Dios”. Isabel Bernardo (Salamanca, España) ha obtenido el XXXIV Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, en un solemne acto celebrado en el día 12 de diciembre de 2014 en el Aula Magna de la Universidad Pontificia de Salamanca (España).
El Jurado lo integraba: el P. Don Jesús Fernández Hernández, Presidente del Jurado y de la Fundación Fernando Rielo; el Dr. José María López Sevillano (España), crítico literario y secretario Permanente del Premio; el Dr. Santiago Acosta Aide, (Ecuador), crítico literario, y el Dr. Don Antonio Colina (Salamanca).
A juicio del Jurado, Isabel Bernardo, ganadora de la presente edición del Premios, sabe transmitir, con lenguaje expresivo y recursos eficaces, la huella de la presencia divina en todas las cosas, que solo puede encontrarse en la purificación, en el dolor del amor: “Y me duele la palabra muda, el pensamiento yerto, / y esa pena plomiza que luce el árbol / en la soledad ardida de sus ramas. / Y es que no sabemos vivir desnudos, Padre,/ no sabemos vivir muertos. / Y tú, sin embargo, ahí, / en el silencio de la noche oscura, / sin ropas, / tan cerca”. Pero en la auténtica purificación debe surgir el inmenso amor divino: “Y ahora, cuando ya nada parece certero, / cuando todo zozobra en un ayer desdibujado, / inaprensible, / una necesidad infinita de amor se inflama en mis adentros”.
El vocabulario es culto y la sintaxis precisa, empleando con destreza la metáfora, la sinestesia y la aliteración: “La vida me pesa, Padre, / mientras pasa”. Se observa sensibilidad y ternura en lo pequeño: “esta mañana me he / despertado cantándole / a esa hoja de otoño…”. Y en la miseria, y soledad del ser humano: “Hay una soledad infecunda a mi alrededor / de hombres abandonados”.
Asimismo, ha obtenido Mención de Honor la obra Para llegar a Ti, de la también española Teresa de Jesús Rodríguez Lara (San Cristobal de la Laguna, Tenerife), caracterizada por una poesía llena de dulzura y suavidad, que fluye sin ambages, y en la que la voz del poeta se vierte desnuda y apasionada: “Hoy invoco tu nombre / y te pido la palabra exacta / para escribir los versos nunca dichos / al amor de tu lumbre”. Es poesía de búsqueda en recogimiento y sencillez: “Aquí me tienes, Señor, / entre estas paredes de soledad / insoslayable / buscando tu Presencia / en la pequeñez del verso”.
La poetisa suplica, exclama, se confiesa: “Dame una gota de fe, / no más, solo una gota”. Hay sinceridad y transparencia huyendo de todo fingimiento y artificio. El yo lírico solo aspira a enunciar su sentimiento enamorado, no privado de cierta duda y angustia, que sin embargo se plasman con delicadeza: “Si te llamo y no respondes / ¡qué añoranza de Ti / nieva en mi vida! / Y, sin embargo, / sé que te conmueves / al escuchar mi voz”. Una obra en la que brilla siempre en la obra la esperanza, el ensueño, la alegría del amor divino que todo lo hermosea: “El aire se adelgaza /…/ y un perfume de azahar / lo invade todo, / un aroma de Dios / de honda belleza”.